15 de abril de 2010

Hora de trabajar.

-Maki, tienes que ir a dejarle ésto a los del Paradise, eres la única que conoce la urbanización esa...- Le dijo Karl tendiéndole una bolsita con restos de droga y dinero.
-¿Por qué cojones tengo que ir yo?-Respondió Makia cabreada.
-Ya te lo he dicho, eres la única que conoce ese sitio de mierda. Además, si no queremos que los pijos esos nos envíen a sus gorilas más vale que seamos puntuales.
La muchacha resopló y puso los ojos en blanco, como de costumbre. Sin mediar palabra cogió la bolsa que estaba encima de la mesa del salón de Max y andó hacia la puerta de salida.
-Oye...¿piensas ir con esas pintas? mejor será que te cambies.
Makia se puso delante del espejo y observó su vestimenta. Llevaba una minifalda tejana, una camiseta blanca de lo más normal, una chaqueta ancha de Karl que estaba descosida, unos calcetines hasta las rodillas negros y las converse blancas, la típica vestimenta callejera, vamos. Hizo una mueca extraña mirando al espejo.
-Pues si, voy a ir así...-Dijo mirando a Max en el reflejo.
-Y encima con esos ojos pintados a lo bestia, que dan hasta miedo...-Respondió Max entre risas.

Makia entró en el instituto con su aire de superioridad pegado a la ropa y miró a uno de los alumnos con cara de estúpida.
Puso el pequeño sobre, repleto de substancias ilegales y dinero, encima de la mesa del "cliente" de Karl y se fue por donde había llegado.
-¿Makia?
Se detuvo de inmediato, y se giró, cruzando los brazos sobre su pecho.
-Sí
-No deberías estar aquí, la gente te odia. Y además, siempre estas con las trapicheos, reina...
-He ahí el motor principal de mi vida, el odio. Y, lo de los trapicheos...es una forma de ganarme la vida, cariño.
Dijo con una mueca amenazadora. Salió de la clase dando un portazo y Alex, viejo compañero de aventuras, se quedó mirando el lugar donde había estado. Habían sido amigos porque los dos provenían del mismo barrio, pero cuando a los padres de Alex les tocó la lotería se mudaron al Paradise y todo cambió.

Makia entró al baño y apoyó la frente en la pared, se puso a recordar cuando todo aquello no era más que un juego, y ella no era más que una cría.

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