7 de mayo de 2010

¿Hola? Sí, soy la muerte, y cada día estoy más cerca de ti.

Makia acababa de llegar de clase, estaba reventada y se sentó en las escaleras de la puerta de su casa, para fumarse un cigarro antes de entrar a aquel infierno tan pésimo que vivía a diario.
-Entra. -Dijo su padre abriendo la puerta.
-Espera, ahora voy, papá.
-Qué entres. -Contentó tajante, con la mirada llena de odio.
A la muchacha no le dio tiempo a levantarse, ni a apagar el cigarro. Su padre la cogió del pelo y la metió en casa a rastras, literalmente.
-¿Qué coño...¡Ah! ¿Qué coño haces? -Dijo Makia intentando soltar la garra de su padre.
-Te voy a enseñar lo que es el dolor físico, ¿eh? entonces te podrás quejar. -Dijo su padre a la vez que le soltaba un puñetazo en plena cara y calló al suelo.
Makia aún llevaba la mochila puesta, no le había dado tiempo a nada. Intentaba defenderse como podía, pero estaba en una mala posición.
Patada en las costillas. Se retorció cual lagartija a la que le acaban de cortar la cola.
-¿Qué he hecho ahora? Puto drogadicto de mierda.- Su padre se giró y la muchacha aprovechó para salir corriendo y encerrarse en la habitación.
-No, hoy no te escapas, zorra.
Se escuchó a James alejarse mientras Makia se quitaba la camiseta para ver que le había abierto una herida en las costillas con la bota de acero. Cogió el teléfono y marcó el 016.
Los pasos de su padre se escucharon otra vez. Dio dos golpecitos a la puerta.
-Cariño, ya estoy aquí...- Dijo con un rintintín en la voz.
-Qué te follen, papi.
-Sabes que voy a entrar, querida.
Entonces se escuchó el taladro en la puerta, la recepcionista del 016 hablabla, pero no se escuchaba nada. Makia se sentó en su cama, encongiendo las piernas y rodeándolas con uno de sus brazos. Y, desgraciadamente, James entró.
-Bú, sorpresa.
Se avalanzó sobre ella, la tiró al suelo. BUM, un golpe seco en la cabeza.Makia cae desplomada.

Y, esque, esa era la rutina. A principios de mes siempre venía lo mismo.

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