10 de diciembre de 2010

Y aún así con la bolsa a cuestas, voy para arriba.

Arrastré el peso suficiente como para recordar siempre lo que esa bolsa contenía. La sostuve el tiempo necesario como para acostumbrarme a sentir lo que me producía tenerla conmigo.
Manipulé mi propio cuerpo para que éste fuera capaz de olvidarse de la fuerza que ejercía sobre si mismo.
Pude caer infinidad de veces. De hecho lo hice...o al menos lo siento de esa manera. Siento que logré resbalarme las veces que creí necesarias, ni más de las que podría, ni menos de las que mi fragilidad soportaría. Y duele.
Resistí los obstáculos que me interpuso mi camino y siempre seguí sosteniendo mi bolsa. Rompí mis uñas, astillé mi cuerpo, perforé mis rodillas y estrangulé mis piernas.
Lloré tratando de recuperar la fuerza y a veces deseé ansiosamente que esa bolsa se rompiera... Pero mi mente nunca lo quiso.
¿Qué por qué hablo en pasado? pues porque he llegado aun punto en el que, sinceramente, hay acciones que me dan lo mismo. Hay reacciones que ya no me sorprenden, hay risas que ya no me contagian, hay llantos que ni me llegan, hay miradas que no me intimidan, hay gritos que se hacen susurros y hay comentarios que ni daño me hacen. Con el tiempo se aprende a ignorar lo que hace peso y no sirve.
Pero no me olvido de mi bolsita, ella sigue aquí. ¿Para que desechar los errores si de esa manera correría el riesgo de repetirlos nuevamente?
Y ahora, después de diecisiete años en los cuales he visto
todo lo que tiene que ver una persona,
nadie va a poder tumbarme.

Apúntate esa, porque no me llegas ni a la suela.

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