16 de abril de 2010

¿Perfecta o imperfecta? Ahora es ella quien lo decide.

Cuando Sasha estaba con Ashley a solas, se sentía más agusto, porque las dos eran parecidas.
Sasha se sentó encima de la cama, mientras Ash estaba tirada en ella leyendo una revista de moda.
-Sash, ¿qué pasa?
La chica negó con la cabeza, en señal de que todo estaba bien, pero Ashley le notaba un matiz de preocupación en su mirada, así que siguió para conseguir sacarle algo.
-Cuéntamelo, querida, sabes que puedes confiar en mí.
Sasha miró a su amiga, preocupada, y se aclaró la garganta. Eso era signo de que se había decidido a hablar.
-¿Te has dado cuenta de que medio Paradise te adora?
-Sash, si sólo vas a decirme eso será mejor que vuelvas a hacer lo de siempre.
-No, escúchame, por favor. Mira, todo el mundo te idolatra, Ash, de una forma directa o indirecta, pero lo hace. Las chicas de nuestra edad quieren ser como tú y, para las más pequeñas, eres como un modelo a seguir. Todas quieren ser Ashleys, ¿me entiendes?
-Per...perdón, pero me acabas de dejar con la boca abierta. En tu vida habías hablado tanto... Pero sí, claro que te entiendo. Sigue.
-A veces, por un día, me gustaría estar en tu piel, porque tiene que ser realmente fantástico que tanta gente quiera ser como tú. Y no soy yo la única que piensa esto, son decenas de chicas más. Muchas veces, antes de irme a dormir, me imagino la de cosas que me pasarían si fuese como tú y lo que disfrutaría con ello. Tu persona es como un mundo aparte, como lo mejor del Paradise, como la creme de la creme, ¿sabes? Y, o sea, tú siempre estás tan tranquila, con tu vida, como si nada de esto estuviera ocurriendo, como si fueras como los del Shank. Yo tendría un ego tremendo si fuese tú, pero te veo a ti y tu ego...no está. Se ha esfumado o algo, pero nunca está. Con todo ésto quiero decirte que recaen muchas responsabilidades sobre tus hombros y, quieras o no, tienes que vigilar cada paso que das como si fuera el último, porque ahí fuera, están esperando a dar el mismo paso que tú para ser un poco más parecidas a ti.

En la habitación se hizo un silencio bastante incómodo, pero ninguna de las dos lo rompió.
Aunque, en la cabeza de Ashley, no paraba de repetirse la misma frase una y otra vez; recaen muchas responsabilidades sobre tus hombros...
Eso ya lo sabía, claro que lo sabía, por eso estaba tan preocupada. Ya no quería ser perfecta, no quería que nadie la imitara. Quería ser imperfecta, en algo, por poco que fuese.

Y ya sabía en que iba a romper la regla de la perfección, lo sabía y lo iba a hacer.

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